Sunday, August 27, 2006

Un viejo cuento

Con motivo del día del libro, el "Colectivo Andersen" para el fomento de la literatura infantil me encargó que escribiera un cuento para niños en relación con los efectos y las causas. Este cuento fue lo que en aquél momento pude soñar. No siempre las causas originan los mismos efectos.


"La princesa y el sapo"

Érase una vez una princesa, como todas las princesas de todos los cuentos, que ansiaba encontrar un príncipe azul, como los príncipes azules de todos los cuentos.

Una mañana decidió que recorrería todos los rincones del reino: bosques, poblados y aldeas, como todos los reinos de todos los cuentos.

Ordenó a su paje que mandara a su mozo de cuadras ensillar su caballo blanco, un caballo llamado Nieve, que era como todos los caballos de las princesas de todos los cuentos.

También le ordenó que se enviara un mensajero que informase a los pregoneros de que, en cada aldea, poblado o bosque a su paso, todos los jóvenes del reino se congregaran a los lados de los caminos.

Una vez estuvo listo su caballo blanco, se puso su vestido de montar y salió al galope por la puerta grande del castillo, dirigiéndose a la primera aldea. Los jóvenes se habían situado con sus mejores trajes a lo largo de los caminos y la princesa iba mirando a cada uno al paso de su caballo.

Después de recorrer todas las aldeas, bosques y poblados sin encontrar su príncipe azul, le invadió una gran tristeza y se sintió de pronto sedienta. Detuvo su caballo junto a una fuente en el camino de regreso al castillo; una fuente como todas las fuentes de todos los cuentos, con mujeres que llenan sus cántaros, con niños que juegan a mojarse unos a otros, con hombres que miran las piernas de las mujeres que llenan sus cántaros y cuidan sus niños.

Se acercó al caño para beber y escuchó una voz grave que mencionó su nombre, o lo que, como en todos los cuentos, le servía de nombre:

- Alteza, Alteza....
- ¿Quién me nombra?
- Soy yo Alteza, junto a vos, en la piedra blanca de la fuente.

Dirigió a ella su mirada y vió un enorme sapo marrón que la miraba fijamente.

- ¿Tienes nombre?, preguntó la princesa.
- Sí, me llamo sapo, como todos los sapos de todos los cuentos.

Y continuó hablando con gran ternura.

- Alteza, toda la vida he esperado en la fuente que llegara este día para confesaros el amor que he sentido por vos. Cuando era muy joven vivía en el estanque del jardín de palacio, hasta que unas manos de niño me capturaron y me abandonaron junto a esta fuente. Cada tarde, cuando el sol empezaba a declinar y os asomabais a mirar vuestro rostro en el espejo del agua, yo permanecía en el fondo del estanque y contemplaba la belleza de los ojos grizules que se buscaban a sí mismos, sin reparar que detrás de ellos, enamorado de la piel blanca de una niña que es hoy la más hermosa mujer del reino, un sapo soñaba ser príncipe. Desde entonces no he dejado de pensar en el momento de volver a miraros.

La princesa, se sintió muy conmovida por las palabras del sapo; jamás nadie le había hablado con tal sinceridad y ternura. La princesa, que había leído muchos cuentos como todos los cuentos de princesas y príncipes, acercó su rostro al sapo y posó sobre su piel gelatinosa un cálido beso.

En un instante sucedió una increíble metamorfosis: la princesa se convirtió en rana y se marcharon croando y fueron felices y comieron lombrices, moscas, larvas y todo tipo de manjares. Una metamorfosis que jamás había sucedido en ningún cuento.

Fin.

15 de Abril de 1999

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